Cuando se acerca a la mesa
roza levemente mi brazo con su seno
y deja en mi piel
un rastro de vello erizado.
La taza de café viene impregnada de su perfume;
iridiscencia de rosas y azahar.
Al beber del vaso de agua
poso mis labios sobre la marca de carmín que han dejado los suyos.
Un día de estos he de armarme de valor
y dirigirle la palabra.